miércoles, 5 de noviembre de 2008

CUENTOS PARA EL OTOÑO

CUENTOS DEL OTOÑO
Las dos hojitas.
Era un gran árbol lleno de hojas hasta un día en que apareció un gran viento que comenzó a soplar y soplar. Las hojas iban cayendo al suelo una tras otras. Unas se llenaban de barro, otras las pisaban los niños, y otras iban a parar a la basura cuando las recogía el barrendero.
Había en lo alto de una ramita dos hojas que lloraban porque no querían caer al suelo. No querían llenarse de barro, que los niños las pisaran o que las echaran a la basura. Cada vez que venía el viento se movían pero se agarraban con su rabito muy fuerte a la rama del árbol. De pronto dijo la más pequeñita: "tengo una idea, mira aquel pájaro que vuela por el cielo, por qué no esperamos que venga un gran viento y volamos como él". A la otra hoja le pareció una estupenda idea.
Cuando sopló un gran viento las dos hojas soltaron su rabito de la rama del árbol y volaron por el aire, muy alto, muy alto, hasta desaparecer junto a los pájaros del cielo.
Las dos gotitas
Las dos gotitas de agua vivían en una gran nube. Comenzó a llover y la gotita pequeña no quería caer, le daba mucho miedo. Su mamá le contó que era muy divertido, que un día calló en una flor, otro día en una casa y otro día en una calle muy bonita. La gotita pequeña ,con mucho miedo, agarró de la mano a su mamá, cerró los ojos y se dejó caer.
Las dos gotitas de agua cayeron junto con las demás, formando una gran lluvia plateada. La mamá mojó la hoja de un árbol, se resbaló y cayó al suelo produciendo un gran ruido: "plaf". Su hija, como era más delgadita, tardó más en caer, se posó sobre un paraguas rojo realizando un ruidito: "clic". Después resbaló y cayó en la gorro de una niña, "clic", se deslizó por su nariz para más tarde gotear en su impermeable azul. Al final acabó en unas botas de agua. Estuvo un buen rato en la bota hasta que la niña comenzó a andar u cayó a un gran charco que había en el suelo. Allí encontró a su mamá a quien le dio un gran abrazo. Después de contarse el largo viaje, quedaron fundidas en el gran charco de agua. Más tarde, salió el sol, se reflejó en el charco y apareció un bonito arco iris.
Las dos setas
La pequeña seta vivía bajo en gran castaño junto a su mama. Era un lugar muy fresco y húmedo en el que vivían felices. Cierto día, la pequeña seta, vio a lo lejos a un hombre que llevaba un canasto lleno de setas. –Mamá –dijo la pequeña- yo quiero que ese hombre me suba en su cesto y me dé un paseo por el bosque porque aquí me aburro.
La madre, asustada, le dijo: -¡Estás loca!, ese hombre no está dando un paseo a las setas, sino que las arranca para cocinarla y comérsela. El pequeño se quedó mudo, y temblando de miedo se escondió tras su madre y esperó a que el hombre se fuera.
Las dos ardillas
Clásico cuento tradicional en el que una ardilla almacena alimento para el invierno mientras la pequeña se divierte sin prever el futuro. Al final tiene que ser alimentada por la solidaridad de la mayor, no sin antes prometer hacerse más responsable para otra ocasión.
Extraidos de un diario de clase de Cristóbal Gómez Mayorga. Muchas gracias, por colgar cosas tan buenas en la red.
LA HOJITA DE OTOÑO
Un día de mucho viento, la hojita más pequeña de un árbol del patio se cayó.
Muchos niños la pisaron, pero un pajarito la cogió en su pico y se la llevó por el aire.Se la llevó lejos, muy lejos, a otra ciudad.
Allí un barrendero la barrió y la tiró a la basura.
¡Qué triste estaba la hojita!; pero apareció el hada del otoño y sacó a la hojita de aquel lugar tan feo.
Una mariposa le dijo que era muy bonita.
Salió el viento y esta vez se llevó la hojita hasta el mar.
Allí la vieron todos los peces, pero… un tiburón se la tragó.
—"¡Hay que salvarla!" - gritó un pez chiquitito.
Entonces, el pez espada, muy rápido, pinchó al tiburón y sacó a la hojita de la tripa del tiburón.
Volvió a aparecer el hada y con su varita, a la hojita en un precioso niño convirtió.
El niño nadó hasta la playa y luego caminó por la orilla.
Mientras iba a su casa fue recogiendo todas las hojitas que encontraba. Con ellas hizo un cuadro muy bonito que colocó en uno de los lugares mejores de su casita, para siempre tener presente de donde había venido, y todas las cosas por las que había pasado.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Extraído de un trabajo infantil.
Kamshout y el Otoño
Hubo un tiempo en que las hojas del bosque eran siempre verdes. En ese entonces el joven sélknam Kamshout partió en un largo viaje para cumplir con los ritos de iniciación de los klóketens.
El joven iniciado tardó tanto en volver que el resto del grupo lo dio por muerto. Cuando nadie lo esperaba, Kamshout volvió completamente alterado y empezó a relatar su sorprendente incursión en un país de maravillas, más allá en el lejano norte.
En ese país los bosques eran interminables y los árboles perdían sus hojas en otoño hasta parecer completamente muertos. Sin embargo, con los primeros calores de la primavera las hojas verdes volvían a salir y los árboles volvían a revivir. Nadie creyó la historia y la gente se rió de Kamshout quien, completamente enojado, se marchó al bosque y volvió a desaparecer.
Luego de una corta incursión por el bosque, Kamshout reapareció convertido en un gran loro, con plumas verdes en su espalda y rojas en su pecho. Era otoño y Kamshout - a partir de entonces llamado Kerrhprrh por el ruido que emitía - volando de árbol en árbol fue tiñendo todas las hojas con sus plumas rojas.
Así coloreadas, las hojas empezaron a caer y todo el mundo temió la muerte de los árboles. Esta vez la risa fue de Kamshout.
En la primavera las hojas volvieron a lucir su verdor, demostrando la veracidad de la aventura vivida por Kamshout. Desde entonces los loros se reúnen en las ramas de los árboles para reírse de los seres humanos y así vengar a Kamshout, su antepasado mítico.
Leyenda Sélknam

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